La noche que quema

Es de noche, oscuridad sepulcral. Se escuchan los grillos metálicos. La mesa en penumbras  iluminada por una gran luna. Él y Ella, dos velas encendidas. Ella bastante más consumida que  él. 

Él: Qué lindo se ve el campo desde acá. 

Ella: Estoy empezando a tener frío. 

Él: Vamos, ¡ya vienen! 

Ellos cada vez más pequeños, y a la vez tanto más grandes. Se escucha la marcha de las miles  de botas de papel a lo lejos, o a lo cerca. Sus cuerpos derretidos desbordando la mesa, y sus  sombras cada vez más grandes, enormes, salen volando convertidas en aves. En ese mismo  instante entran los otros haciendo ruido seco con sus pies, y disparando al aire. Sus balas de  burbujas de jabón no llegan a tocarlos jamás, pues explotan antes de llegar siquiera a rozarlos. 

Las aves, que son nubes, comienzan a condensarse y hacerse lluvia, los intrusos de papel se  mojan y empiezan a desintegrarse. Un gran engrudo que contiene los miles de gritos. El sol  sale y empieza a secarlo todo. El engrudo es ahora papel. Entra la niña, lo recoge, y empieza  a escribir y pintar sobre él. Una vez finalizada su creación la agarra y se acerca al fuego que  arde. La arroja al centro de la llama y canta una canción. Su voz se funde con las muchas otras  voces. 

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El abismo

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