El abismo
La mujer abre la canilla, y el jabón tiembla. Mientras la bañera se llena, el espejo se empaña. La mujer dibuja un corazón y ve su cara surcada. Desde el rectángulo de porcelana que descansa en una de las esquinas de la bañera, la figura de la mujer se eleva en tamaño. Una pierna, luego la otra, la gran sombra parece abalanzarse y parece que ese cuerpo va a impactar contra él, pero todavía ni lo roza. Ella se acuesta en el agua, y él vaticina el momento. Ahora sólo ve pelo, ese pelo rojizo y brillante. Él aún está seco y firme. La gran mano se acerca y lo toma, lo sumerge primero, y entonces comienza a ablandarse. Todo se vuelve borroso, un poco confuso, pero así y todo agradable, porque empieza a fluir. Espera este momento cada semana con ansias, y entonces empieza a murmurar:
El jabón: shhhh shhhhho tsh tshee sh shs shamsho
La mujer escucha el sonido de la espuma y se regocija. Sumerge la cabeza y sólo escucha el vacío.
El jabón cada vez más disuelto, cada vez más finito, y a la vez expandido. Su visión ahora se multiplica, los colores como prismas, como un caleidoscopio. Todo es brillante y sumamente estimulante. Ríe de placer. Ella y él, ambos danzan la danza del vaivén. Se funden uno en el otro, se acarician, se huelen.
El tiempo se va terminando, el “bloop” del tapón siendo arrancado, y el terror que emerge. Empieza a escurrirse muy rápidamente, girando y girando el jabón no sabe cómo despedirse. Todo sucede a una velocidad exacerbada, y en la vorágine del remolino intenta palabras toscas que la mujer no llega a escuchar. Las confunde con el sonido de un río y el gorgoteo.
Ahora todo es negro y finito. Viaja rápidamente, más rápido de lo que el pensamiento le permite procesar. Todo es negro y angosto: se prepara para la expansión. Sus partículas se comprimen y viajan por universos oscuros y subterráneos, hasta que su ser llega a su máxima expansión, porque ahora está en altamar. Ahora puede verlo todo, todo al mismo tiempo, pequeño y enorme a la vez. Hasta ve la minúscula silueta de la mujer en la orilla, mojando sus pies. Ahora pueden tocarse de nuevo, pero diferente, porque ahora él es enorme.